Desde antes que comiences a caminar te llevo al parque que está a la vuelta de la casa. Antes de que puedas hablar ya me señalabas la calle porque siempre te ha gustado salir a pasear.
Cuando te quedas conmigo los fines de semana, aprovecho en llevarte al parque a jugar o vamos para buscar ardillas como últimamente hacemos.
Hemos conocido algunas personas (y a la vez personajes) que ya son conocidos nuestros. A veces pienso que quizás nosotros también seamos tema de conversación de otros padres con sus hijos, pues eres la única Blanca Nieves que se ha visto en los últimos tiempos por esos lares.
Uno de los personajes que hemos conocido es la niña con pezuña. No sé su nombre real, aunque tú la llamas Flor por algún motivo que desconozco.
La fetidez de sus pies te debe haber impactado tanto como a mí, cuando pasó por tu lado pusiste esa cara de extrañeza tan tuya y me dijiste "papito, esa niña tiene pezuña". Sonreí para mis adentros y te dije que seguramente su mamá no la había bañado.
Esa tarde me juré que jamás dejaría que te pongan esos horrendos zapatos tipo crocs que llevaba puestos esa niña. No quiero tener una hija con pezuña.
Cabe señalar que nunca más nos volvimos a cruzar con esa niña (con pezuña), pero la hemos tenido presente todo este tiempo. Durante todos estos meses, la niña con pezuña ha sido el arquetipo de la suciedad y malacrianza.
La niña con pezuña se hace la pichi en el calzón, la niña con pezuña no come verduras, la niña con pezuña salta y juega en las escaleras, la niña con pezuña hace berrinche, la niña con pezuña no obedece a su papá, la niña con pezuña no se lava los dientes y es chimuela. Todos estos delitos contra la moral y las buenas costumbres se los hemos imputado a la niña sin mayor identificación que el mal olor de sus pies.
A ti no te gusta parecerte a ella y en cuanto te decía que te estás portando como la niña con pezuña, inmediatamente te volvías a comportar como la niña cariñosa y obediente que normalmente eres.
Ayer ese símbolo del mal, alcanzó la redención. Sólo un alma tan pura y buena podía redimir a un personaje al que le habíamos achacado tantos vicios.
Ayer me dijiste que la niña con pezuña ya no tiene pezuña. Y cómo así te pregunté intrigado. Me contaste que ya se había dejado bañar por su papá (lo habíamos llamado el papá con pezuña) y qué él también se había bañado. Ahora son limpios como nosotros me dijiste. Ya no le digas niña con pezuña porque ahora se llama Flor, come verduras, se baña y es obediente.
Ser tu papá me enseña muchas cosas, me enseñaste que todos podemos obtener la redención y hacer un borrón y cuenta nueva.
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