Hay un juguete con el que no has dejado de jugar desde que tienes poco más de dos años.
Muchos juguetes han pasado por tus manos, unos de breve uso y otros de más longeva vida.
Es un juguete muy simple y lo compré un día que quería enseñarte los nombres de los animales de la granja.
Te gustaba llevarlo a todos lados contigo, no me había percatado de su existencia e importancia hasta que un día no quisiste salir.
Te pregunté el porqué y me respondiste no encuentro al caballito que se ríe.
Pensé rápido en que juguete podía ser y recordé al caballito en mención y su peculiar expresión facial.
Lo busqué en los lugares dónde habías estado hasta que lo encontré en el piso, camuflado con el color del parqué.
Desde que comenzaste a hablar tuviste un lenguaje más desarrollado que los niños de tu edad. Me diste la característica más saltante del caballito y lo pude encontrar.
Tiempo después compramos más caballitos que se ríen, llegamos a tener 4. Uno perdió una oreja y el otro no sabemos dónde está. Nos quedan dos que de cuando en cuando usas y me recuerdan el tiempo cuando empezaste a hablar y eras una bebé.
También está la vaquita triste que no quiere bailar, las jirafas y las lagartijas multicolores que están guardados en el balde de los animales diminutos.
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